Cómo empezar tu carrera como modelo: la importancia de una buena academia de modelos

Empezar en el modelaje es, para muchos, como asomarse al escenario de una obra en la que todos parecen saber el guion menos tú. Brillos, cámaras, poses imposibles… y tú, con la espalda rígida y el alma llena de dudas. La pasarela puede parecer un lugar glamuroso, pero la verdad —tan cruda como un ensayo sin maquillaje— es que se trata de una profesión exigente, implacable y, sí, también fascinante.

Ahora bien, así como un violinista no se lanza a tocar en el Carnegie Hall sin años de formación, un modelo no debería confiar solo en sus pómulos afilados y en su altura de poste de luz. Aquí es donde entra en escena el personaje más infravalorado del cuento: la academia de modelos. Esa institución que, lejos de ser un club de selfies y tacones, actúa como una escuela de gladiadores (con glitter) para quienes buscan sobrevivir —y brillar— en la arena del fashion system.

Una buena academia no te promete la portada de Vogue en seis semanas, pero sí te ofrece algo más valioso: realismo con elegancia. Te enseña que caminar en pasarela no es lo mismo que desfilar hacia el baño en una boda, que posar ante la cámara requiere más que una sonrisa de catálogo, y que la actitud —esa mezcla entre seguridad y humildad— puede pesar más que los centímetros.

Pero no se trata solo de técnica. Estas academias actúan como laboratorios donde se forjan conexiones, se enfrentan rechazos y se aprende a traducir un “no” como parte del camino, no como una sentencia. Porque sí, en el mundo del modelaje, cada “no” lleva la sombra de un “todavía no”, y cada puerta cerrada puede abrirse si sabes cómo tocarla.

La antítesis es clara: sin formación, talento se convierte en azar; con formación, incluso el rostro menos convencional puede convertirse en tendencia. Y eso es quizás lo más hermoso (y cruel) del modelaje: que no hay fórmulas fijas, pero sí caminos que pueden recorrerse con mayor dignidad si tienes quien te guíe.

Así que si estás pensando en lanzarte a esta carrera, no lo hagas solo por un cumplido en Instagram o por una sesión con fondo de ladrillos rojos. Hazlo bien, hazlo con preparación. Y si vas a dar el primer paso, que no sea hacia la confusión, sino hacia una academia que te enseñe no sólo a caminar, sino a sostenerte cuando las luces se apagan y el ego se tambalea.

Porque modelar no es solo mostrar ropa. Es aprender a narrar, sin palabras, una historia en cada movimiento. Y para eso, querido aspirante a modelo, más vale que tu primera inversión no sea en ropa… sino en formación.

Yo también
quiero ser
un modelo
imprescindible

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